Cómo frenar los factores que inciden en la disminución de las poblaciones de abejas en el mundo

Entre las causas que minan la existencia de las 20.000 especies de abejas que se calcula que existen en el mundo, destacan la destrucción y degradación de su hábitat, la extensión de los monocultivos, el abuso de herbicidas, fungicidas e insecticidas, la llegada de especies exóticas invasoras y efectos del cambio climático, como el aumento de la temperatura y la sequía.

Frenar esos factores debería ser prioritario para la Humanidad, aunque sólo sea por “egoísmo”, pues gran parte de la producción de alimentos depende de estos insectos, sin los que desaparecerían muchas clases de frutas y hortalizas y otras verían descender su producción en picado, lo que incrementaría enormemente sus precios.

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) calcula que, de las 100 especies de cultivos que proporcionan el 90 % de los alimentos en todo el mundo, 71 son polinizadas por abejas.

Hasta cultivos de invernadero, como tomates o pimientos, son polinizados por abejorros que se introducen de forma artificial, sin cuyo trabajo, la producción caería en picada.

Entre las más de 20.000 especies que existen, hay que diferenciar entre la abeja de la miel, a la que se mima, y las otras 19.999, calificadas como “silvestres” y a las que no cuida nadie, comentó a la agencia EFEverde el investigador de la Estación Biológica de Doñana-CISC de España, Ignasi Bartomeus.

Aunque la abeja de la miel padece los problemas típicos asociados a cualquier otra “ganadería”, como enfermedades o falta de recursos, a nivel de especie no está en peligro porque sus poblaciones se mantienen “artificialmente” ante el creciente interés por la apicultura (miel, polen, cera…).

Peor lo están pasando las silvestres. En los últimos tres años, la producción de flores, su alimento, ha bajado mucho por la sequía, y, además, estos animales se ven muy afectados por el calentamiento porque la mayoría carecen de sistemas internos para regular su temperatura y, por tanto, su ciclo de vida depende de la temperatura exterior, añade Bartomeus.

Los datos indican que hay pocas especies capaces de adaptarse a zonas urbanas y agrícolas y otras muchas “perdedoras”, cuyas poblaciones están bajando, según Bartomeus, que ha advertido de que para cubrir toda la flora se necesita una gran diversidad de abejas.

Las flores de tomate necesitan que la abeja las vibre para liberar el polen, algo que no puede hacer la abeja de la miel, ha dicho a modo de ejemplo, tras recordar que aunque los cultivos son capaces de producir frutos sin polinizadores, sin ellos, la producción baja mucho.

No obstante, estamos a tiempo de revertir la situación siempre que se trabaje en la recuperación y conservación de hábitats naturales, se apliquen mejoras en la agricultura y se las apoye desde las ciudades, según la profesora e investigadora de la Universidad Complutense de Madrid, Concepción Ornosa.

 

En agricultura, las buenas prácticas pasan por restringir al máximo el uso de químicos y nunca aplicarlos cuando las flores están abiertas o por dejar que la flora silvestre crezca en pasillos y lindes “para que vuelvan los polinizadores”, lo que, a su vez, redundará en un mayor rendimiento de los cultivos.

La clave, incentivar a los agricultores y ayudarles económicamente en la aplicación de esas buenas prácticas, porque sin las abejas faltarían muchas frutas y verduras y otras dispararían su precio por la caída de la producción.

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